
Nos trasladamos al 11 de mayo de 1985. Descenso del Puerto de Navacerrada por la vertiente madrileña. Las condiciones no son las mejores para bajar a tumba abierta. Frío, lluvia, granizo, a ratos nieve y para colmo, la niebla. Hay un ciclista que arriesga más de la cuenta, conoce la bajada como la palma de su mano y se juega la vida en cada curva. Su nombre es Pedro Delgado, Perico. El segoviano siempre es recordado por su victoria en el Tour de Francia de 1988, sin lugar a dudas la más importante. Pero antes de ganar la ronda gala, protagonizó una gesta totalmente inesperada.
Se disputaba la 18ª etapa de
El líder sólo tenía que vigilar a sus dos inmediatos perseguidores: el colombiano Pacho Rodríguez y el español Pello Ruiz Cabestany (compañero de Perico). Subiendo Navacerrada, la carrera comenzó a moverse. Por delante marchaba escapado Pepe Recio, del Kelme. A pocos kilómetros de coronar el puerto, atacaba Pedro Delgado. Con decisión. Su intención es buscar la victoria de etapa en su tierra y de paso, hacer trabajar al equipo del líder, el Peugeot. Hay nieve en la cima y el frío se hace insoportable. Todos intentaban abrigarse lo máximo posible.
En el descenso, Pedro parece tenerlo claro: hay que jugarse el tipo. Apenas toca el freno antes de entrar en las curvas, las cuales toma a la perfección y sale de ellas con rabia. A esa velocidad de kamikaze no tarda en alcanzar a Recio. Entre Pepe y Perico conversan, en un primer momento no hay acuerdo, pero al final los dos deciden trabajar juntos y así intentar llegar a Segovia escapados. Por detrás, tranquilidad absoluta. A nadie le inquietan los dos fugados.

Pedro Delgado y José Recio suben a ritmo el siguiente puerto, el Alto de Los Leones. El segoviano es mejor escalador y en ocasiones tiene que levantar el pie para no descolgar a su compañero de viaje. Necesita su ayuda para que la escapada tenga éxito. En la cima, los dos ya tienen una ventaja de dos minutos y medio. Cabestany, que marchaba en el grupo del líder no daba crédito a lo que estaba sucediendo. El escocés ya se veía vencedor y daba a la mano a sus rivales, Peio y Pacho.”Habéis sido dos dignos contrincantes”.
En el llano que conduce a Segovia, los dos escapados se relevan a la perfección. La diferencia ya sobrepasa los cuatro minutos y a diez kilómetros de la llegada sube hasta cinco y medio.
Recio y Delgado se vacían, son dos autómatas pedaleando sin cesar. Desde el coche del Kelme y del MG-Orbea comunican las diferencias. Hay que morirse sobre la bicicleta La situación ha cambiado. El primero se llevará la etapa, el segundo está a punto de dar un vuelco histórico. Cuando reaccionan los del Peugeot ya es demasiado tarde. Relajación o despiste. A Millar apenas le quedan compañeros de equipo y su director busca alianzas a la desesperada. El error es imperdonable.
La meta de Palazuelos de Eresma estaba abarrotada de segovianos que vibraban con su paisano. Recio gana la etapa, tal y como había acordado con Delgado. El reloj en marcha. Tienen que pasar esos 6´13´´ para que Perico sea nuevo líder. El corazón en un puño. Pasan dos minutos. La tensión se hace insoportable. Cuatro minutos y Delgado es todo un manojo de nervios. Seis minutos y ni rastro de Millar. Pedro Delgado ha ganado
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