Yoann Gourcuff, bautizado cómo el pequeño Zidane, sigue siendo la gran esperanza francesa para el próximo lustro. Su fútbol de extraordinaria elegancia es reconocido en todo el panorama deportivo mundial, pero este año al galo no le están terminando de funcionar las cosas y no ha despuntado de la manera esperada en el club más importante, a nivel económico y se presupone que a nivel deportivo, del país vecino.
Normalmente se le compara con Zidane. A mí parecer no asemejan demasiadas cualidades futbolísticas, pero si constan los dos de un carácter introvertido dentro del campo. Zidane era un futbolista más frío y pausado. No caminaba, levitaba con elegancia suprema por el césped. Jugaba fácil y dejaba detalles de su infinita técnica sólo cuando eran necesarios. No se regodeaba, no intentaba humillar. Hacía lo correcto en el momento preciso. Se adornaba cuando el partido lo necesitaba.
Gourcuff es más versátil en cuanto a recursos se refiere. Es un futbolista que combina una gran calidad a la hora de dominar el juego con una gran explosividad. Arranca con potencia buscando penetrar las líneas enemigas como si de un taladro percutor se tratase. Su posición natural es la de mediapunta, detrás de los delanteros, moviéndose con libertad por la zona de tres cuartos y desarbolando la táctica defensiva rival. Tal vez este haya sido el gran problema que ha encontrado el francés en su actual equipo, donde forma parte de un trivote que le obliga a retrasar su posición y a formar parte de la elaboración del juego.
Gourcuff está acostumbrado a ser el foco de atención de su equipo. Debe ser la pieza final del engranaje ofensivo del Lyon. Sino finaliza él la jugada, da el pase preciso para que otro lo haga. Que nadie dude de la calidad que atesora en sus botas, aunque este año lleve tan solo tres goles, es un futbolista ampliamente peligroso, muy ofensivo. El tipo de jugadores que te pueden resolver una eliminatoria.
miércoles, 16 de marzo de 2011
La elegancia gala
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